
Los estudios clásicos, el periodismo y la
política llenaron su vida. Se formó en su país, pero viajó por Europa y
América del Norte y del Sur. Se enamoró de los parnasianos, tradujo a
los románticos franceses (Víctor Hugo, Lamartine) y tuvo la gloria de
iniciar a Rubén Darío,
según confesión del maestro de la poesía moderna, en el conocimiento de
los parnasianos y los simbolistas franceses y en el manejo del
alejandrino con amplia libertad en los cortes y en el ritmo, lo que
había de cuajar después en la revolución modernista, con todas sus
consecuencias y secuelas literarias. El punto de partida de estas
innovaciones fue la traducción que en 1884 hizo Gavidia de una
composición de Víctor Hugo, "Stella". También se le deben algunos
ensayos de adaptación del hexámetro clásico a nuestro idioma. Sin
embargo, Francisco Gavidia fue todavía, y más que nada, un romántico que
enseñó a Rubén Darío a manejar el hexámetro griego y el alejandrino
francés en lengua castellana.
En esa adaptación al castellano, Víctor Hugo
lo influyó con el espesor y poder de su verso. La bella exactitud de
los versos de Gavidia es un elemento constante: "La curva de su casto
pecho / Que alza su seno al respirar tranquila, / Como ola mansa
voluptuosa oscila / En el mar de blancura de su lecho." Por otro lado,
su poesía también describió o ayudó a imaginar la realidad de su país,
con escenas continentales. Indagó el pasado histórico prehispánico y
colonial, pues conocía la cultura tolteca, maya y nahoa, además del
humanismo grecolatino y europeo, factor que lo hizo practicar una poesía
mesurada y poco artificiosa. Sus versos son de gran musicalidad,
innovando en los ritmos y la métrica. Algunos críticos sitúan a Sóteer o La tierra de Preseas (editado completo en 1949) como su libro fundamental, pero destacan, además, Versos (1884) y El libro de los azahares (1913).
Gavidia también cultivó otros géneros como el teatro (buscando un lenguaje que lo aproximara al público): Júpiter (1885), Ursino (1889), Conde de San Salvador o el Dios de las cosas (1901), Lucía Lasso o Los piratas (1914), La torre de marfil (1920) y el poema dramático La princesa Catalá
(1944) son algunas de sus obras. A través de los periódicos de la
época, por otra parte, realizó además una labor crítica y publicó
ensayos educativos. Su ensayística fue recogida fundamentalmente en Discursos, estudios y conferencias,
en 1941. Sus relatos, para los que buscó inspiración en los tiempos
precolombinos y coloniales y en tradiciones foráneas, fueron reunidos en
varios libros, entre ellos Cuentos y narraciones (1931).
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